Actualmente en el Perú, 3 de cada 4 estudiantes universitarios son de primera generación. Es decir, sus padres no han tenido educación universitaria.   

Las causas más directas son el crecimiento de la matrícula en la secundaria y de la oferta universitaria.

La expansión de la educación secundaria ha crecido. Según los datos de PISA 2012, 9 de cada 10 jóvenes de 15 años está matriculada en un séptimo grado o más.

Esta mayor cantidad de jóvenes encuentra una oferta universitaria cada vez más creciente. Por ejemplo, entre el 2000 y el 2012 la oferta de universidades (privadas) creció en 51%. 

Junto con estas causas, la implementación de políticas diferenciadas de acceso, como el Programa Beca 18, han acelerado la presencia de jóvenes pertenecientes a familias sin "tradición" de estudios superiores.  

Tener más jóvenes estudiando en las universidades es una buena noticia. Sin embargo, no atender los retos que esto significa para las propias universidades podría "jugarle en contra" a estos jóvenes, a sus familias y, claro, al país.

¿Están las universidades preparadas para atender a una población más heterogénea? ¿Cómo funcionan en la universidad aquellos jóvenes que provienen de familias sin experiencias universitarias? ¿Es posible que las universidades reinventen sus estructuras, muchas veces monolíticas, para atender a estos jóvenes?

La inclusión de más jóvenes en la educación es el camino correcto al desarrollo, pero no atender completamente esta inclusión, desde las universidades y el Estado, sería un error que producirá malas noticias en un futuro no tan lejano.